No se puede vivir sin recordar, y más cuando hoy fuimos testigos del adiós del más grande jugador de baloncesto de la historia de Argentina. Sabíamos que esto iba a ocurrir y tuvimos el privilegio de observarlo hasta Rio 2016.

Lo que significó Manu para su selección y para el baloncesto de América fue de grandes. Un mítico jugador al estilo de los grandes jugadores FIBA de toda la historia, como : Bodiroga, Schmidth, Petrovič, Divac, Jasickevicius, entre otros. Un líder nato, tanto en técnica, táctica y en lo emocional. Donde Ginobili fuese a jugar se sentía. Demasiada magia regaló a lo largo de toda su carrera.

Fue un ídolo en Italia, cuando jugó en el Kinder Bologna, ganado la Euroliga y demás está decir que también es un inmortal en la NBA. Con la selección lo ganó absolutamente todo. Medallas para obsequiar e historias para contarlas. Su más importante logro fue su medalla de oro en Atenas 2004. Sin duda ese fue el punto de inflación de su hermosa carrera.

El baloncesto argentino siempre fue una asignatura pendiente en América. Pero tras la llegada de varios jovencitos al ruedo internacional las cosas cambiaron. Esa camada dorada argentina,como se le conoce, tuvo a Ginobili como líder y protagonista. Un zurdo de lujo, anotador, creador de juego y con mucha visión de cancha. Más cuando se tenía que halar el partido, él se encomendaba a su zurda y ganaba partidos con el talento y corazón. Realmente ha sido el mejor jugador FIBA de su generación. Se subió al olimpo de los grandes de todos los tiempos y eso es para contarlo a todas las futuras generaciones.

Fuimos testigos de presenciar a un fenómeno del baloncesto FIBA, que hoy dice adiós. No todas las veces se presencian este tipo de jugadores. Gracias Ginobili por tan buen baloncesto que nos regalaste.