FUTBOL BUNDESLIGA
miércoles, 04 de mayo del 2016
Cuando hablamos de entrenadores revolucionarios de esta época se tiene que hablar por decreto del catalán Josep Guardiola. Un entrenador de primer nivel, culpable de enamorar a muchos con su estilo de juego, pero que en este momento atraviesa por duras críticas en Alemania.
A Pep, se le llamó desde Münich para convertir al Bayern en una dinastía. Los bávaros querían arrasar en Europa por varios años, sabían que con su gran equipo y un maestro del juego como Guardiola lo iban a poder realizar. Pero esa meta en la estadía de Guardiola nunca se pudo cumplir. Sí se llegó a dominar su torneo local, también las copas de Alemania, pero el objetivo real era la Champions y nunca la lograron tocar. Un título que los bávaros han ganado en cinco ocasiones y que para ellos es compulsorio lucharlo cada año.
Con todo eso en la mente arribó en la temporada 2013/2014 el señor Josep Guardiola. Luego de ganarlo todo con el Barcelona, Pep decidió dirigir otro grande de Europa. Llegó al infierno de Munich, un lugar de mosaicos en las gradas cuando ganas y crucificciones cuando pierdes. El tiempo de Guardiola no se hizo esperar y rápido dominó la Bundesliga. Ha ganado las últimas dos ediciones y este año tiene casi asegurada su tercera liga en igual número de años. Nada mal para un técnico normal, pero Pep no es normal. Él tiene etiqueta de ser el mejor entrenador del mundo, el famoso creador del Tiki Taka, filosofía y estilo de juego que tanto le dió al Barcelona, más nutrió a la selección española.
Su trabajo en Munich culmina este verano, ya tiene contrato firmado y maletas con destino a Manchester. Allí dirigirá los Citizens, en otra prueba de fuego para el catalán. Pero en Munich tienen una relación de amor y odio hacia Guardiola. Una que no sanará hasta que el Bayern gane otra copa europea. El fanático bávaro no olvida que nunca pudo alzar la orejona de la mano del mejor entrenador del mundo.
Pero todo eso resulta muy injusto para un trabajador como Guardiola. Hay cosas en el deporte que siempre son definidoras y a Guardiola le faltó la más definidora de todas : la Suerte. Esa suerte del campeón nunca estuvo del lado de Guardiola en Münich. Tal vez por la apatía de los fanáticos contra él, nunca tuvo la suerte del campeón. Esos goles de último minuto, aquellos cabezazos que entran sobre el ángulo, ese sorteo de cuartos de final que te hace cruzar contra el Charleroi o contra el Bucarest y esa suerte de meter un gol en fuera de lugar pero que el ábitro deja pasar. Todos esos renglones que se etiquetan como suerte nunca estuvieron presente en el tramo de Guardiola en el Bayern. Quizás las personas debieron apoyarlo más para que eso se revirtiera pero no fue así.
Y más aún se completa la injusticia sobre Pep, cuando vemos jugar al Bayern. Un equipo que juega precioso, que lo tiene todo, de atrás hacia adelante, que te acorrala y pasea el balón como si el esférico flotara por el césped. Esa es la magia de Pep, esa misma que Alemania no supo comprender, la que dejaron pasar, la que nunca convenció e ingratamente lo crucificaron hasta que el catalán se hartó. Un detalle bien claro, la Champions nunca ha sido ganada por un equipo en años corridos desde que se cambió su formato. Pero en Münich no comprenden que los procesos tienen que ir de a poco. Nunca pudieron apreciar lo lindo del juego y ahora tendrán que redimirse en otra ocasión.
Por el momento Guardiola deja al Allianz Arena por la avenida trasera, en camino a Inglaterra y con él se irán tres títulos de Bundesliga que seguramente para el aficionado no valen nada. Qué ironía y pasión recrea el mejor deporte del mundo, el Fútbol.
A Pep, se le llamó desde Münich para convertir al Bayern en una dinastía. Los bávaros querían arrasar en Europa por varios años, sabían que con su gran equipo y un maestro del juego como Guardiola lo iban a poder realizar. Pero esa meta en la estadía de Guardiola nunca se pudo cumplir. Sí se llegó a dominar su torneo local, también las copas de Alemania, pero el objetivo real era la Champions y nunca la lograron tocar. Un título que los bávaros han ganado en cinco ocasiones y que para ellos es compulsorio lucharlo cada año.
Con todo eso en la mente arribó en la temporada 2013/2014 el señor Josep Guardiola. Luego de ganarlo todo con el Barcelona, Pep decidió dirigir otro grande de Europa. Llegó al infierno de Munich, un lugar de mosaicos en las gradas cuando ganas y crucificciones cuando pierdes. El tiempo de Guardiola no se hizo esperar y rápido dominó la Bundesliga. Ha ganado las últimas dos ediciones y este año tiene casi asegurada su tercera liga en igual número de años. Nada mal para un técnico normal, pero Pep no es normal. Él tiene etiqueta de ser el mejor entrenador del mundo, el famoso creador del Tiki Taka, filosofía y estilo de juego que tanto le dió al Barcelona, más nutrió a la selección española.
Su trabajo en Munich culmina este verano, ya tiene contrato firmado y maletas con destino a Manchester. Allí dirigirá los Citizens, en otra prueba de fuego para el catalán. Pero en Munich tienen una relación de amor y odio hacia Guardiola. Una que no sanará hasta que el Bayern gane otra copa europea. El fanático bávaro no olvida que nunca pudo alzar la orejona de la mano del mejor entrenador del mundo.
Pero todo eso resulta muy injusto para un trabajador como Guardiola. Hay cosas en el deporte que siempre son definidoras y a Guardiola le faltó la más definidora de todas : la Suerte. Esa suerte del campeón nunca estuvo del lado de Guardiola en Münich. Tal vez por la apatía de los fanáticos contra él, nunca tuvo la suerte del campeón. Esos goles de último minuto, aquellos cabezazos que entran sobre el ángulo, ese sorteo de cuartos de final que te hace cruzar contra el Charleroi o contra el Bucarest y esa suerte de meter un gol en fuera de lugar pero que el ábitro deja pasar. Todos esos renglones que se etiquetan como suerte nunca estuvieron presente en el tramo de Guardiola en el Bayern. Quizás las personas debieron apoyarlo más para que eso se revirtiera pero no fue así.
Y más aún se completa la injusticia sobre Pep, cuando vemos jugar al Bayern. Un equipo que juega precioso, que lo tiene todo, de atrás hacia adelante, que te acorrala y pasea el balón como si el esférico flotara por el césped. Esa es la magia de Pep, esa misma que Alemania no supo comprender, la que dejaron pasar, la que nunca convenció e ingratamente lo crucificaron hasta que el catalán se hartó. Un detalle bien claro, la Champions nunca ha sido ganada por un equipo en años corridos desde que se cambió su formato. Pero en Münich no comprenden que los procesos tienen que ir de a poco. Nunca pudieron apreciar lo lindo del juego y ahora tendrán que redimirse en otra ocasión.
Por el momento Guardiola deja al Allianz Arena por la avenida trasera, en camino a Inglaterra y con él se irán tres títulos de Bundesliga que seguramente para el aficionado no valen nada. Qué ironía y pasión recrea el mejor deporte del mundo, el Fútbol.